Presentación

Bienvenidos. Este blog pretende ser un pequeño cuaderno donde recoger las reflexiones a las que me conducen mis experiencias en clase y mis investigaciones personales, tanto dentro como fuera de los tatamis.

¿Qué tatamis? Pues soy profesor de Karate, Kobudo y Aikido, de manera que será por aquí por donde empecemos. Pero lo que no puedo decir es dónde terminaremos, ya que cuando se tira de un pequeño hilo al final uno puede encontrarse con una manta enorme.

¿Qué pretendo con el blog? Simplemente formular ideas, ordenarlas y, ya que estamos, compartirlas. Si a alguien le sirven (además de a mí), genial.

Adelante, y espero que lo disfrutéis.

viernes, 18 de mayo de 2012

Empecemos por el principio

Y el principio es presentarnos.

Pues bien, me presento. Soy Andrés, y llevo 26 años practicando Artes Marciales.

Empecé con el Karate, en el cole, a los siete añitos. Mi "profe", Virgilio, me dio las primeras bases, la primera responsabilidad de dar clase, y el primer empujón para salir del nido y buscar más allá.

Este "más allá" era su profesor, Manolo, que poco después se convirtió en el mío. Con él, el desarrollo tanto físico como de las técnicas (la base y algunas más avanzadas) dieron un salto sólo comparable a la evolución personal: confianza, amplitud de miras, sentido práctico y plena conciencia de que "eso también es Karate".

Aproximadamente a los dieciséis o diecisiete años empecé a practicar Aikido con José. Sus clases desenfadadas y llanas y su trato general con la gente me marcaron de forma que aún hoy es perfectamente reconocible su forma de enseñar en mis clases. Y como último regalo, cuando dejó el dojo me propuso que me hiciese cargo del grupo, lo que me obligó otra vez a buscar profesor.

Así fue como llegué a un cole de Alcorcón y conocí (o mejor, reconocí, ya que había sido profesor mío en el Instituto), a Ricardo, mi profesor de Aikido, con el que, a pesar de las limitaciones que la vida impone, sigo hasta el momento. Aparte del nivel técnico y los planteamientos sobre "lo que se puede y lo que no" (siempre explicados y demostrados de manera tan gráfica que resultan irrebatibles), destacan con diferencia el sistema didáctico, la investigación permanente y contrastada, y la conciencia clara de que lo importante es el momento, la constancia en el trabajo continuo, más allá de las aptitudes de cada cual.

A los veinte años, mientras estudiaba en la UAM, empecé a aprender Jiu-jitsu en algunas horas muertas. Aunque con el tiempo terminé abandonando esta práctica, me quedan el recuerdo de los buenos ratos y algunos grandes amigos, empezando por el profesor, Ángel. Y también me queda precisamente lo que buscaba en un primer momento: la continuidad entre las distintas etapas del combate.

Algo similar me ocurrió con el Ninjutsu que estudié con David (fundamentalmente Ninpo Taijutsu), y donde me interesaban las "perrerías" que no podía investigar en los entrenamientos de Karate en aquel momento. Más tarde comprendí que sólo debía adecuar mi forma de entrenar, ya que en realidad no había elementos nuevos.

La oportunidad de cambiar la manera de entrenar me llegó cuando conocí a Miguel José, mi profesor de Kobudo que al poco tiempo se convirtió también en mi profesor de Karate. Lo conocí por mediación de Paco, un compañero de Karate que siempre me hablaba de su profesor de Kobudo. Así que nos acercamos a Fuenlabrada, donde daba clases por aquél entonces. Y reconozco que me impresionó. No en la primera clase, pero sí poquito a poco, hasta el punto en que, cuando alguien me decía que quería aprender conmigo, directamente lo remitía al "profe". Resumiento, diré que Miguel José es al Karate y al Kobudo lo que Ricardo es al Aikido. Y además, utilizan una metodología y una didáctica muy similares, y los planteamientos son generalmente comunes, lo que facilita mucho poder integrar dos sistemas que, desde fuera, pueden parecer tan diferentes e incluso contradictorios. Es más, de su mano tuve mi primer conocimiento de la Medicina Tradicional China en los cursos de Javi, y con él se me ha ido ampliando cada vez más el campo de investigación, por ejemplo en los recientes cursos de Kyusho de Zsolt Szenasi.

Hasta aquí llegan mis profesores. Los que me han dejado una marca suficiente y me han enseñado bastante, en lo técnico y en lo personal, como para recibir esta consideración. Junto a ellos, muchos compañeros y alumnos (amigos, en definitiva), se han ganado un puesto privilegiado por encima de otros profesores con los que he trabajado. No es que estos otros profesores carezcan de valor o me hayan aportado poco. Sólo que en mi vida y en mi desarrollo ocupan un espacio diferente, con una influencia menor.