Presentación

Bienvenidos. Este blog pretende ser un pequeño cuaderno donde recoger las reflexiones a las que me conducen mis experiencias en clase y mis investigaciones personales, tanto dentro como fuera de los tatamis.

¿Qué tatamis? Pues soy profesor de Karate, Kobudo y Aikido, de manera que será por aquí por donde empecemos. Pero lo que no puedo decir es dónde terminaremos, ya que cuando se tira de un pequeño hilo al final uno puede encontrarse con una manta enorme.

¿Qué pretendo con el blog? Simplemente formular ideas, ordenarlas y, ya que estamos, compartirlas. Si a alguien le sirven (además de a mí), genial.

Adelante, y espero que lo disfrutéis.

martes, 16 de diciembre de 2014

Hojoundo, Kihon, Waza

En una de las últimas entradas hablaba sobre el kihon y su importancia.

Hoy sólo quería exponer una reflexión acerca de cómo hemos recogido la terminología en Occidente y, bueno... Hemos hecho con ella un poquito lo que nos ha dado la gana, fundamentalmente por incomprensión de lo que los términos encierran.

A veces, al entrenar, los japoneses nos dicen que vamos a trabajar hojoundo (que viene a significar "gimnasia") y lo hacen a través de técnicas específicas (waza). Otras veces nos van a enseñar kihon (principios fundamentales del arte), y también lo hacen a través de técnicas concretas (waza). Y ya está armado el lío: cuando se establece un programa técnico se fija una serie de hojoundos o kihones que memorizar, sin darnos cuenta de que, quizás, las técnicas escogidas como "gimnasia" lo fueron por su valor formativo para el cuerpo, y que el principal objetivo de trabajar continuamente sobre tales técnicas era sudar, coger coordinación, flexibilidad, fuerza y resistencia. En resumen, el objetivo del hojoundo es "ponerse fuerte".

Algo similar ocurre con el trabajo de kihon: aunque se trabaje a través de técnicas (waza) debería esconder enseñanzas sobre los principios del arte, cuando lo que se plantea en muchas ocasiones es que el alumno salga empapado en sudor. De hecho, a veces se encuentra uno combinaciones técnicas sin pies ni cabeza, que "engañan" al cuerpo y trabajan contra los principios que, se supone, se quiere enseñar.

¿Y dónde queda la mención del waza? Pues prácticamente ha quedado como una anécdota relegada a los exámenes de grado, que se suele interpretar como "conjunto de técnicas": "posiciones", "ataques directos", "ataques indirectos", "patadas", "caídas", "combinaciones de técnicas" (realmente esta sería la expresión más lograda), de "estrangulación", de "inmovilización", de "proyección"... Lo peor es que, al conjunto del trabajo técnico, como hay que ponerle un título al apartado, se le llama henka-waza, o a las aplicaciones libres de "defensa personal" se le llama oyo-waza... Cuando lo que estamos pidiendo, literalmente, son "variaciones sobre las técnicas" (y no "técnicas variadas"), o "técnicas libres" (y no "aplicaciones").

Bueno, y al final estos matices, ¿para qué? Pues es más bien un "por qué": porque se trabaja diferente un estudio puramente técnico, de otro destinado a descubrir, desarrollar e interiorizar los principios de base, de otro destinado a cultivar el físico, y una terminología adecuada pone sobre la pista de lo que se busca y cómo se debe afrontar cada momento de la clase.

martes, 2 de diciembre de 2014

El sentido de un programa de grados

Recuerdo que hace años, durante el curso de monitor de Karate, me sorprendió el nombre de una asignatura: "Normativa de Kyus".

En ella se trataba de qué debía conocer un kyu (un grado bajo) en cada tramo de su recorrido hasta el dan. Y, si bien se veía una distribución general de contenidos, la idea fundamental de la asignatura era que el programa, la progresión, debía ser racional, razonable y realizable, dejando al estudiante preparado para acceder a los grados superiores, cuando el examen deja de depender directamente del profesor y el tribunal aplica una normativa uniforme para los aspirantes de todos los dojos.

En este sentido, uno ve el Gokyo de Judo o el de Jiu-jitsu (el programa de trabajo para examen), o el método de Aikido y se da cuenta de que se trata de programas de mínimos de lo que todo estudiante tiene que conocer. Pero a veces uno se plantea dudas respecto de la distribución. ¿Por qué esta técnica en este grado y no antes o después? Unas, quizás por dificultad. Otras, porque funcionan como "llaves" que permiten "abrir" técnicas posteriores. Y otras... ¿Quizás porque cayeron ahí? No lo sé...

El caso es que, dada mi posición de "profe" en constante revisión de la metodología y la didáctica, he esbozado diversas propuestas de programa para facilitar el aprendizaje del estudiante.

Hoy, a propuesta de una parte de mi alumnado, dejo aquí el que he diseñado para Aikido. Se trata de una redistribución del Programa Nacional propuesto por el Maestro Tamura. Obviamente, no altero el contenido del mismo. Sólo he tratado de agrupar técnicas afines (por ejemplo, técnicas simétricas) y conceptos similares que faciliten el siguiente paso. No me voy a extender más. Si alguien duda sobre por qué una técnica está en tal o cual posición... Es un blog abierto: que pregunte con confianza.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Entrar por la forma y salir de la forma (II)

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el título de la entrada? Funakoshi insistía en que al Karate había que llegar a través de la forma para luego salir de la forma, y Mabuni consideraba que, al estudiar katas, uno de los puntos fundamentales a tener en cuenta era la variación en las técnicas (es decir, cómo se ejecuta en tal kata un gesto que formalmente se parece a otros, pero cuyos matices nos dan pistas sobre lo que el gesto esconde). Aquí es donde quería yo llegar: el kihon es un modelo de ejercicio que enseña gestos eficientes, pero también, y sobre todo, unos conceptos que permiten, una vez asimilados, romper con la forma sin perder la eficacia del gesto, así como emplear gestos parecidos (visualmente el mismo) de manera diferente en función del concepto manejado.

Esto nos permite entender varias cosas:

1) El kihon es un trabajo de principios a través de la forma, y no una recopilación de todas y cada una de las posibilidades técnicas que la forma ofrece. Esto son variaciones sobre el kihon, y exceden en mucho lo que es un "resumen de principios".

2) Las variaciones sobre el kihon hacen que aparezcan los mismos principios (prácticamente las mismas aplicaciones) en diferentes katas bajo apariencias formales diferentes: diferentes líneas o maestros plasman en sus katas ideas muy similares con "palabras" diferentes.

3) De la misma manera, como podemos fijarnos en el principio o en el gesto formal que lo evoca, la interpretación de cada gesto y su significado son múltiples sin que exista una "interpretación verdadera"... La aplicación "buena" es toda aquella que tenga sentido y funcione bien. Por eso se insistía antiguamente en tener pocos katas pero bien trabajados, es decir, desarrollados hasta el límite de sus posibilidades.

4) Y, en este mismo sentido, los gestos no son unívocos. Hay componentes en el trabajo que exceden la aplicación directa, tal cual, al combate, y que corresponden simultáneamente a diversos planos: información técnica (kihon o variaciones sobre el mismo), información estratégica, educación física o preparación física, además de la "colección de técnicas" de defensa personal. Es decir, que el kihon no es una gimnasia, pero puede utilizarse como tal, siempre que no se pierdan de vista los aspectos más importantes de su trabajo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Entrar por la forma y salir de la forma (I)

Hace un par de semanas, en Valencia, insistía Pascal Krieger en la importancia del kihon para poder progresar en el Arte Marcial. Esto es algo que se da por sabido, y en lo que siempre se insiste, casi por tradición... Pero en esta ocasión ha calado de manera especial el mensaje. Quizás se me ha encendido una suerte de lucecita, no sé si por la manera de transmitir el mensaje, o porque he conseguido vislumbrar cómo encajan las piezas del puzzle.

Señalaba, por ejemplo, que muchas veces se confunde la práctica del kihon con una suerte de calentamiento, y se descuida por tanto el trabajo de detalle que permite ahondar en los fundamentos técnicos  del arte (que es lo que significa el término kihon). Y tampoco es un compendio de todas las posibilidades técnicas que ofrece el arte. Kihon es la base.

El estudio del kihon debe ser una práctica seria, consciente y perfeccionista. La potencia nacerá del gesto correctamente ejecutado. La intensidad tiene que ver con la capacidad de implicarse vitalmente en el trabajo (volcar el corazón y la mente en cada repetición), y por tanto es independiente de la velocidad o la fuerza, quedando más ligada a la intención y la atención. Por último, la velocidad llegará con el tiempo, cuando el trabajo se ejecuta limpiamente. Se eliminan las prisas (que ya se sabe que no son nunca buenas) y se preparan las condiciones para un recorrido mucho mayor.

Estas reflexiones no se refieren sólo al trabajo en solitario, sino también al trabajo por parejas, donde ponemos a prueba la corrección del trabajo "al aire" y estudiaremos nuestro sentido de la distancia y del tiempo. Y esto nos prepara para el estudio del kata (que en ciertas Artes Marciales son por parejas), donde trabajamos la atención, la capacidad de percibir al otro y de transmitir sensaciones.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El momento decisivo

Diariamente tomamos muchas decisiones. Unas sencillas, otras no tanto. Todas merecen un momento de reflexión para asegurarnos de que se trata de la decisión correcta.

Eso sí, esta reflexión no puede ser eterna, ya que una decisión tomada tarde es siempre una mala decisión. Reza el proverbio que "hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la ocasión perdida".

En combate, esta distancia en que se toma la última decisión, en que si voy, voy con todo, y si no, me retiro, se llama chika-ma, y se refleja en los katas de las escuelas antiguas por una pausa, quizás de "tensión dramática", que representa esta última consideración. Es el punto donde Manolo nos insistía en que "ahí no me quedo: o pego, o me voy". Aunque insisto: decisión, pero sin precipitación.

No hace falta irse a Oriente para encontrar esta idea: es una práctica que aquí también tenemos. Lo llamamos "contar hasta diez"...

martes, 28 de octubre de 2014

Vaciar el vaso

Es recurrente el comentario de que "es muy fácil enseñar al que ya sabe; lo difícil es formar a alguien desde cero". Pues bien, estoy de acuerdo, pero con matices. Formar a alguien de cero es duro (más o menos dependiendo de las aptitudes y la actitud del alumno y de la prisa del profesor), pero lo formas en función de los conceptos que estimas importantes, de manera que adopta un "lenguaje" y unas "maneras" que posibilitan toda la progresión posterior.

Indudablemente, a alguien que viene ya educado se le suponen ciertas ventajas: una formación física y técnica, una disciplina y el desarrollo de unas habilidades y un "lenguaje" que deberían facilitar las cosas. Es fácil seguir construyendo sobre unos buenos cimientos. Pero estas ayudas se pueden convertir en lastres (y de hecho, muchas veces lo hacen) si no tenemos cuidado para no hacer directamente lo que ya sabemos en vez de lo que nos han propuesto, o para que las prisas no nos hagan perdernos los matices que enriquecen el trabajo. Así, alguien formado tendrá que aprender a "vaciar el vaso" (apartar por un momento lo que sabe para dejar espacio a lo nuevo), y el instructor deberá poner especial cuidado en buscar las relaciones con lo que el alumno conoce, las diferencias con lo que se propone... Y en no descartar un trabajo diferente pero válido ("no está mal, pero no es lo que estamos trabajando"), ya que las cosas generalmente no deberían sustituirse, sino sumarse. Salvo errores manifiestos que sí deben erradicarse, es el tiempo el que debe actuar como decantador.

El acto de "vaciarse" se practica en la meditación al principio de la clase (uno aprovecha la quietud para respirar, centrarse en lo que va a hacer, y dejar problemas, preocupaciones y prejuicios aparcados con las zapatillas). O también se puede trabajar desde el vestuario. A fin de cuentas, el hecho de vestirse de una manera especial, que lleva cierto "ritual", guarda relación con otros "ritos de paso", como ponerse la armadura, o el traje de luces... Y esto nos ayuda a adoptar una serie de actitudes acordes con el nuevo rol que vamos a desempeñar... Pero este aspecto me preocupa menos en esta ocasión. Lo importante es que ayuda a afrontar el aprendizaje con una mente abierta, limpia y despejada, que es como mejor se puede aprender.

viernes, 17 de octubre de 2014

Kari-ate

Podemos definir una técnica como la maniobra o el conjunto de maniobras destinadas a resolver una situación de combate. Puede ser muy simple e inmediata, como por ejemplo en un Kiri-otoshi. O puede ser un poquito menos inmediata y requerir de mayor elaboración, como en un Maki-otoshi o un Kiri-age o un Kiri-gaeshi. Va a ser una cuiestión del tiempo en que trabajemos, de distancia, y quizás de estrategia (adaptabilidad al movimiento del oponente).

A mano vacía ocurre lo mismo: en un tiempo muy corto pueden entrar ciertas técnicas que resultan definitivas, o bien, si el tiempo se dilata (entramos más tarde, o la dinámica ha llevado a un movimiento más largo) entran otras, que requieren de una preparación previa. Y ojo, que pueden parecer exactamente las mismas, pero no lo son, ya que entran de manera difierente y en tiempos distintos: aunque se llamen igual (ya hablaremos de los nombres de las técnicas...), los matices marcan las diferencias.

Pensemos ahora en la técnica como una herramienta que debemos construir nosotros mismos. No hay que decir que, como en todo ensamblaje, es necesario seguir las instrucciones correctamente. El resultado no es el mismo si nos ponemos primero los calcetines y luego los zapatos, que si nos ponemos primero los zapatos y luego los calcetines; o si cambiamos los zapatos de pie, o de orientación. Así, poner una pieza donde no va, o apretar de más una tuerca, hace que la herramienta ya no funcione bien: se atasca, no encaja bien, o hasta "sobran piezas".

Pues bien, kari-ate, el "golpe" que prepara la técnica, es una pieza importante de la misma. Muchas veces se interpreta como un golpe meramente "de distracción", o como un golpe definitivo para terminar con algo "elegante" o "bonito"... O incluso se considera que no es necesario en absoluto. Insisto en que es una parte importante, y por tanto debe ajustarse correctamente en el lugar apropiado y en la posición correcta, ya que debe provocar una reacción en el oponente que lo deje preparado para recibir la siguiente fase de la técnica. Quizás unos ejemplos puedan ilustrar el razonamiento:
  1. Kata-guruma, Koshi-nage, Seoi-nage... requieren elevar el centro de gravedad de uke, por lo que el atemi debe tener esa intención y dirección. Muchas veces se plantean atemis directos que tienden a mandar a uke hacia atrás estabilizándolo, o aún peor, se propone atacar sus genitales, con lo que uke se pliega hacia el frente y desploma su centro de gravedad, haciendo que la proyección sea virtualmente imposible... Aparte de completamente innecesaria ("sobran piezas").
  2. O-soto-gari, Sumi-otoshi, Tenchi-nage, Ko-soto-gari... necesitan sacar el equilibrio de uke a su diagonal externa. Por eso un tsuki en el estómago no resulta funcional: nuevamente hemos puesto una pieza donde no corresponde, y seguramente nos acaben sobrando piezas.
  3. Sumi-gaeshi, Koshi-guruma, Te-guruma o Tsuri-goshi requieren la inclinación del torso hacia el frente, por lo que es interesante un atemi que provoque esta reacción sin desplomar a uke hacia adelante.
Para terminar, recordar que kari-ate, el "golpe que prepara la técnica" no es, por definición, un ataque definitivo (aunque en el proceso pudiéramos encontrarnos con que resulte serlo). Ni siquiera tiene por qué conllevar un impacto físico: con que la intención provoque el efecto que buscamos es suficiente.

lunes, 6 de octubre de 2014

El valor de lo apropiado

En Los Siete Samuráis, cuando se prepara el poblado para recibir la acometida de los bandidos en la batalla final, el viejo general al mando de los samuráis indica que "toda fortaleza debe tener un punto débil". La estrategia consiste en dejar deliberadamente una brecha sobre la que se vuelcan los ataques, y que es precisamente el punto sobre el que se centra la defensa.

El estudio de las técnicas en clase se rige por el mismo principio: el ataque se lanza a un lugar concreto y con una trayectoria concreta, en función de la técnica propuesta. Entonces, si la técnica es apropiada, sale con naturalidad y sencillez. Para que esto ocurra, la apertura debe ser la apropiada, de manera que el ataque tenga sentido. Y el desarrollo de la técnica debe ser lo suficientemente continuo y fluido para que el atacante no tenga margen de respuesta. Ojo, he dicho continuo y fluido, y no rápido, ya que una técnica velozmente ejecutada pero con parones sigue dejando márgenes de reacción durante el trabajo.

Habrá quien piense: "Hombre, es que si te ataco exactamente como quieres, la técnica es muy fácil". Pues sí... y no. Realizar una técnica correctamente en tiempo y espacio, ya es bastante difícil sin necesidad de "añadidos". Especialmente cuando la intensidad del trabajo es alta. Y digo intensidad, no necesariamente velocidad o fuerza. Además, parafraseando a mi "profe" de Aikido, "¿Quién es el tarado que inventa un Arte Marcial para que le maten a los alumnos?". Las técnicas (y las estrategias) deben ser de fácil ejecución, ya que una situación de combate no admite complicaciones innecesarias. El fundador de Shito-Ryu, Mabuni Kenwa, decía algo similar respecto del empleo de las patadas altas... Lo que hace que la técnica sea "fácil", o que lo parezca, es que es apropiada, es decir, que encaja de manera natural con el movimiento del ataque.

Entonces, ¿y si no te ataco como quieres, ya no te sale?. Pues si el ataque no es aquél en el que la técnica encaja, habrá que resolverlo de otra manera. ¿O se resuelve un puzzle a martillazos? Recordemos que una técnica (o una estrategia) es una herramienta para resolver un problema. Si utilizamos la herramienta adecuada, el problema será fácil de resolver; si utilizamos una herramienta menos adecuada, el problema será más complicado... Y si tratamos de talar un árbol con una cuchara, o de tomar sopa con un hacha, el problema puede ser irresoluble. Como los problemas pueden ser muy diversos, se estudian técnicas diferentes, para cubrir cuantas más posibilidades mejor.

Para terminar, es importante un matiz: el estudio de la técnica es diferente del estudio de cómo adecuarse a un ataque, y cada uno ocupa su lugar en la clase. En el estudio de la técnica, el ataque debe responder a los parámetros adecuados para que la técnica encaje  bien (se aprende por sensaciones); en el estudio de la adaptación a un trabajo "libre", las sensaciones mandan para seleccionar la técnica apropiada (que no tiene por qué ser la que teníamos en mente antes de que el compañero lanzase su ataque).

Y, como conclusión, recordemos siempre que en clase lo importante es el Arte Marcial (es decir, resolver la situación) por encima de la técnica propuesta.

martes, 30 de septiembre de 2014

Crecer juntos

El otro día me expresaba un alumno sus dudas sobre el buen trabajo de uke. Lo cierto es que es muy difícil ser un buen uke. De hecho, en las escuelas antiguas, este papel se reservaba al maestro o, en su defecto, al alumno de mayor nivel implicado en el trabajo, como puede apreciarse en el siguiente vídeo de Katori Shinto Ryu por Sugino Yoshio (10º Dan).


Ukemi, el trabajo del uke, significa "protegerse", y ésa es la tarea de uke: presta su cuerpo al compañero para que trabaje, pero lo protege mediante las maniobras adecuadas (guardias, cambios de distancia, caídas) para el estudio de la técnica.

Así, en esencia, uke tiene que dar el trabajo que permita a tori aprender. Esto supone un ataque sincero y correcto, pero medido en velocidad y potencia para adecuarse a las necesidades de tori. Y, desde este trabajo, si tori deja huecos que desconoce, o si trabaja mal en distancia, o en ritmo, o en cualquier otra variable, uke le puede marcar el error. Muchas veces no hace falta verbalizarlo, aunque a veces ahorra malos entendidos. Si lo que estamos estudiando son los ataques y uke hace de maniquí, el proceder es el mismo, marcando los errores que advierta en la entrada de tori, siempre de acuerdo con el nivel del compañero. No es, por tanto, un sujeto pasivo del trabajo, sino casi una suerte de "profesor particular" que crea las condiciones necesarias para realizar el estudio propuesto, premia los aciertos (recibe la técnica cuando está suficientemente lograda) y ayuda a corregir los errores.
Jita yuwa kyoei

Y aquí es donde llegamos al título de la entrada de hoy. "Crecer juntos". O "Amistad y prosperidad mutuas". Jita yuwa kyoei. Un principio fundamental en el estudio de cualquier Arte Marcial. Y es que, aunque no lo parezca, las Artes Marciales son un "deporte" de equipo. Jita yuwa kyoei significa que tengo que dar mi mejor trabajo para que mi compañero pueda aprender lo antes posible y lo mejor posible. No cabe el egoísmo, porque es en sí un acto egoísta: dando lo mejor de mí perfecciono mi trabajo (estoy haciendo lo mejor que puedo, sólo que medido). Además, el nivel de mi compañero crece, lo que me ayudará a mejorar, ya que la mejor herramienta de estudio es un compañero de nivel que me obligue a dar lo mejor de mí mismo. Y el ciclo se repite una y otra vez... Este egoísmo no está mal, ¿verdad?

Confío en que la duda esté resuelta.

lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Si no duele, no vale?

Parece existir una creencia, asentada incluso entre grados altos, de que determinadas técnicas funcionan gracias al dolor que provocan. Y, cuando parecen no funcionar, o no doler bastante (cuando "no entran"), se suele resolver la papeleta acudiendo a golpeos adicionales que buscan incrementar el dolor y facilitar que lo que no encajaba antes, encaje ahora. Es como darle puñetazos a la tele, a ver si la terminamos de sintonizar...

En fin, que da la impresión de que el dolor es el medio para resolver un problema, cuando no un fin en sí mismo. Pero hay algo que se rebela en mí contra esta idea. Y lo hace por varias razones:

  1. Sólo tenemos un cuerpo, y trabajar forzando el dolor permanentemente sólo genera lesiones a medio y largo plazo. No me parece rentable invertir años en estropear el cuerpo para practicar algo que debería tener como uno de sus ejes principales el mantenimiento y mejora de la salud. Además, la adaptación al dolor se produce con cierta rapidez, lo que exigirá progresivamente más contundencia para conseguir el dolor, lo que de nuevo deriva en lesiones. Creo que es más seguro trabajar basándose en otros principios que hagan que la técnica funcione, pero al mismo tiempo cuiden el cuerpo. Y si el dolor aparece, aparece, pero no es lo que se busca.
  2. El umbral de tolerancia al dolor de cada individuo es diferente, respecto de los demás y respecto de sí mismo dependiendo del momento y del estado de su organismo. En el dojo las cosas duelen (o duelen más) porque no suele existir la inyección de adrenalina que sí se da en una situación crítica donde el cuerpo sabe que hay peligro de verdad. Y la adrenalina funciona como inhibidor del dolor y del cansancio. Por tanto, las técnicas que funcionan "porque duelen" suelen perder gran parte de su eficacia. He mencionado la adrenalina, pero igual podría haber hablado del alcohol o de otras sustancias que alteran el sistema nervioso y, por tanto, la percepción del dolor. De nuevo, buscar la limpieza técnica a través del desequilibrio y el manejo adecuado del tiempo y la distancia me parece un camino mucho más interesante, ya que permite encontrar los huecos adecuados donde la técnica "sale" de manera segura. Y, si el dolor aparece, aparece, pero no es lo que se busca.
  3. En la vida, en general, una constante del comportamiento humano es que nos rebelamos frente a las situaciones que nos resultan incómodas o dolorosas. Y cuanto más dolorosas o incómodas, más se revuelve uno... Hasta que llega la lesión, o se deshace de la situación. Claro, si no nos importa "romper" (habría que ver si es tan fácil) no pasa nada. El problema es si no es tan fácil, o si realmente no estamos dispuestos a lesionar... Nuestro "dominio" de la situación se puede volver contra nosotros, encima en manos de un tipo muy molesto porque le hemos hecho daño. No me parece un buen negocio. Por el contrario, cuando uno no sabe lo que está ocurriendo y está más preocupado por resolver "otras cosas", es mucho más fácil que quede atrapado por la situación. Y al final, si el dolor aparece, aparece, pero no es lo que se busca.
  4. Desde un punto de vista de desarrollo personal, la práctica de las Artes Marciales nos debería hacer cada vez más libres. Alguien que sólo sabe trabajar a base de dolor es esclavo de la necesidad de causar dolor. Ojo, que tampoco es libre aquél que sólo sabe trabajar sin dolor. La diferencia es que casi todo el que sabe trabajar sin dolor, sabe también cómo causarlo. Él es libre de aplicar dolor o no. El que sólo sabe provocar dolor, sólo puede provocar dolor. La aparición o no del dolor ajeno debería ser una decisión moral nuestra.
En definitiva, basar el propio trabajo en la búsqueda del dolor ajeno supone imponerse unos límites pobres, un camino de recorrido corto. Y esto sin soslayar que el dolor, en combate como en la vida, existe y puede ocurrir. Pero es algo que encontramos en el camino, y no es el camino mismo.

martes, 16 de septiembre de 2014

El mundo es mi dojo

Sekai dojo ("el mundo es mi dojo") es una expresión que evoca una actitud del budo japonés. Podríamos tomarla en sentido literal, ya que, la verdad, resulta muy agradable entrenar al aire libre. Además, podemos practicar cosas que en un lugar cerrado no deberíamos, y se adquieren sensaciones muy interesantes al trabajar en determinadas condiciones de temperatura, humedad, pavimento irregular... Ojo, que tiene sus riesgos. El suelo irregular puede provocar accidentes ("enseña cosas"), y la temperatura, costipados o golpes de calor. Pueden aparecer las fuerzas del orden y, especialmente si trabajamos con armas (que está prohibido), nos tocará dar muchas explicaciones. Quizás hasta nos decomisen las herramientas de entrenamiento. O podemos encontrarnos con personajes de lo más diverso que nos sorprendan interrumpiendo la clase... o extendiéndola hasta el infinito y más allá.

Tomada la expresión en otro sentido, podemos entender que se refiere a la aplicación de lo aprendido y trabajado en el dojo al mundo "real", a la calle, a la vida cotidiana. Y podemos ascender, desde lo más inmediato y evidente (tomar ukemi al resbalar en un suelo mojado, por ejemplo) hasta algo mucho más sutil e interesante. Pascal Krieger habla de "los valores marciales, pero sobre todo humanos que se nos enseñan en el dojo", y menciona el autocontrol, la atención o la percepción de las distancias como tres pequeños ejemplos muy ilustrativos.

A partir de aquí, se me ocurre otra lectura, que surge de tomar el mundo como lugar de aprendizaje cuyas enseñanzas nos ayuden a entender lo que ocurre en el dojo y viceversa, desde las relaciones entre el espíritu que rige el funcionamiento de una técnica y el comportamiento humano (individual o colectivo), a las estrategias para afrontar diversos hechos y acontecimientos de la vida.

Sobre todo me gusta pensar que, cuando se llega a conclusiones de este tipo, quizás es que algo se ha estado haciendo bien a lo largo de estos años. O quizás es que es tarde y "hace sueño ya..."


Referencia bibliográfica:

KRIEGER, P., 2005: Ten Jin Chi ou une approche calligraphique du Budô, p. 84.

domingo, 7 de septiembre de 2014

¿Por qué Kobudo?

Ayer me volvió a ocurrir: tras la clase de Aikido, un alumno (esta vez alumna) me comentó que no veía sentido al trabajo de armas porque, "¿quién te va a atacar con una espada?". La pregunta suele ser intercambiable por el comentario "yo no llevo espada por la calle". Pues bien, sirva este comentario, bastante común por lo demás, como excusa para la entrada de hoy.

Dejando a un lado el aspecto lúdico del manejo de armas "tradicionales" (ya que lo divertido es siempre muy subjetivo), se me ocurren así, de manera inmediata, varias razones prácticas y didácticas para defender su estudio incluso en artes centradas en las manos vacías:

1) Desde el punto de vista de la preparación física, trabajar con un peso, unos equilibrios y unas distancias diferentes obliga al cuerpo a moverse más lejos y a emplear con más intensidad tanto los grupos musculares protagonistas como, especialmente en armas desequilibradas en masa ( Kwae, Eku...), los músculos estabilizadores.

2) Desde el punto de vista de la educación física, las armas enseñan al cuerpo a moverse de determinada manera, educan el sentido del movimiento y el empleo de la estructura ósea por encima del trabajo muscular, potencian la coordinación (cada tipo de arma requiere su coordinación específica), el sentido de la distancia, el tacto, la visión periférica, la propiocepción...

3) Desde el punto de vista de la formación técnica, ayudan a corregir errores, ya que tienden a colocar todo en su lugar (colocación articular y coordinación segmentaria) y en su momento (coordinación general) para trabajos que luego son directamente extrapolables (o casi) a los de mano vacía.

4) Desde el punto de vista psicológico potencian la atención (de manera muy especial en el trabajo por parejas o con armas de filo) y contribuyen a superar niveles de estrés más elevados que con el trabajo de mano vacía dentro de un mismo nivel de trabajo. Es decir, que a igual velocidad de trabajo, la intensidad de la vivencia se multiplica.

5) Desde el punto de vista de la aplicación práctica, se me ocurren dos razones no excluyentes que justifican el estudio: por un lado, las armas educan el movimiento del cuerpo, y los principios de movimiento (el cómo me tengo que mover) son aplicables con escasas modificaciones al trabajo a mano vacía. Por otro lado, cada arma posee características estructurales que encontramos en otros objetos cotidianos que sí podemos emplear en una situación de defensa personal: no necesito utilizar un bo de 1,84 m., ya que un paraguas largo puede ser utilizado siguiendo los mismos principios. Y lo mismo ocurre con sai, tonfa, kama, jo, nunchaku, suruchin, tetchu, bokken, kwae, nunti...

Y todo esto, ya digo, centrándome sólo en la parte "práctica" del asunto, y obviando por tanto elementos de carácter lúdico  (¿a quién no le gustó ser mosquetero o pirata de niño?) y de comprensión cultural del arte que practicamos.

martes, 2 de septiembre de 2014

Propósitos de temporada

Hace un par de días me preguntaron cuáles eran mis objetivos para este curso. El contexto de la conversación eran las Artes Marciales, y más concretamente en la práctica como alumno. Es decir, las vivencias como practicante.

La pregunta me dejó bloqueado porque, tengo que reconocerlo, no suelo plantearme objetivos concretos en este sentido. Sí que lo hago como profesor, para mí, y para cada uno de mis alumnos. Cómo hacer más fácil la progresión de la gente, que aprendan mejor y en menos tiempo... Así, estoy afinando la didáctica y preparando nuevos experimentos a ver qué tal resultan. Y así, ya tiene cada uno su notita con los "deberes" para el curso. Y a los nuevos, me toca evaluarlos primero, ver cómo responden al principio, y en función del primer rodaje, empezar a establecer objetivos.

Pero para mí... No sé... Este año me toca preparar exámenes: es año previo a dos exámenes importantes, y por tanto es el momento de empezar con ellos en condiciones. Pero entiendo que la pregunta no iba por ahí.  Ni siquiera por el programa que me quede por cerrar. Más bien va por "noto que debo afinar ciertos ukemis", o "el sentido del tiempo en este tipo de trabajo", o "el equilibrio en ese dichoso giro...". Por supuesto que hay trabajos con "grumos" pero, salvo examen o campeonato, siempre he preferido orientarme a la mejora general que centrarme en un aspecto concreto. Creo que esto me ha permitido avanzar sin "quemarme", y disfrutar mucho del camino sin necesidad de sellar la cartilla cual peregrino en marcha hacia Santiago. Ojo, que estos hitos existen, y creo que los he alcanzado (los que he alcanzado) de manera inconsciente, como dejándome llevar por el camino mismo.

En cualquier caso, creo que un buen propósito para este curso, aunque en otro ámbito, podría ser resucitar este blog, así que hoy me pongo a ello con la intención de que las entradas sean aproximadamente semanales. Como con los objetivos de clase, sólo el tiempo dirá si al final éste se cumple o no.