Presentación

Bienvenidos. Este blog pretende ser un pequeño cuaderno donde recoger las reflexiones a las que me conducen mis experiencias en clase y mis investigaciones personales, tanto dentro como fuera de los tatamis.

¿Qué tatamis? Pues soy profesor de Karate, Kobudo y Aikido, de manera que será por aquí por donde empecemos. Pero lo que no puedo decir es dónde terminaremos, ya que cuando se tira de un pequeño hilo al final uno puede encontrarse con una manta enorme.

¿Qué pretendo con el blog? Simplemente formular ideas, ordenarlas y, ya que estamos, compartirlas. Si a alguien le sirven (además de a mí), genial.

Adelante, y espero que lo disfrutéis.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Marcialidad mal entendida (I)

De un tiempo a esta parte llevo dándole vueltas a un tema que veo con frecuencia, tanto en exámenes como en clases regulares y en algunos cursos, por parte de asistentes, e incluso muchas veces de los ponentes. Se trata de una concepción de la marcialidad que me resulta llamativa.

Llamativa por efectista, y llamativa por fuera de lugar.

Me explicaré con unos ejemplos, que constituirán sendas entradas.

Primer ejemplo. El examen

Estoy viendo un examen, que es básicamente una exposición técnica. Sí, con un componente físico, porque hay que lucir el examen: no puede quedar flojo, ni salir uno jadeando como si fuera un perro costipado, porque queda muy mal. Y también tiene un componente psicológico-emocional: hay que permanecer centrado, atento, con intención... Si no, lo mismo daría ver un examen de Artes Marciales que a alguien despistado por el vuelo de una mosca. Y eso se nota desde fuera.

Pues es de la conjunción entre los tres factores (técnico, físico y psicológico-emocional) de donde brota el ambiente de marcialidad. Ahora bien, entiendo que el factor técnico constituye el escenario en el que se desarrolla el hecho en sí; el físico es el combustible que permite trabajar con una intensidad determinada y mantenerla durante un cierto tiempo. Pero el protagonismo, lo que luce realmente un examen, la "chicha", recae sobre la parte psíquica. Es decir, que es la capacidad de atención, de intención y de oportunidad la que da sentido a todo el conjunto.

¿Y qué ocurre cuando alguien se anima más allá de lo prudente? Pues depende, porque aquí hay vertientes:

1) El examinando se ensaña de manera gratuita con sus ukes, que por cierto, tampoco se van a revolver contra la situación. Eso sí, el tipo lo disfruta. Aparte de consideraciones morales o psicológicas sobre el tipo en cuestión, como juez o espectador me llevo la impresión de que el señor en cuestión se dejó el control en casa. No sobre las técnicas, ni sobre la situación, sino sobre sí mismo. Resultado, al menos para mí: NO APTO.

2) El uke del examinando se anima más de la cuenta, y está planteando una intensidad en la que el control por parte de tori queda casi al azar: le está apretando las tuercas tanto que algún resorte se va a salir de un momento a otro... Poniendo en riesgo no ya el examen, sino la integridad de su compañero y la suya propia. Como juez o espectador: es difícil evaluar la capacidad técnica de un aspirante está más ocupado en evitar lesiones para sí o para su compañero que de resolver una situación de examen.

3) Tanto uke como tori se animan y la intensidad sube más de la cuenta, hasta que las técnicas se desdibujan. Como juez o espectador, me parece estar viendo una pelea de bar. Creo que un examen es otra cosa. Para mí, NO APTO.

Los dos últimos casos se asemejan más a una reyerta que a un examen. Si no hay medida, si no hay control, no puede haber nunca un buen examen.