Presentación

Bienvenidos. Este blog pretende ser un pequeño cuaderno donde recoger las reflexiones a las que me conducen mis experiencias en clase y mis investigaciones personales, tanto dentro como fuera de los tatamis.

¿Qué tatamis? Pues soy profesor de Karate, Kobudo y Aikido, de manera que será por aquí por donde empecemos. Pero lo que no puedo decir es dónde terminaremos, ya que cuando se tira de un pequeño hilo al final uno puede encontrarse con una manta enorme.

¿Qué pretendo con el blog? Simplemente formular ideas, ordenarlas y, ya que estamos, compartirlas. Si a alguien le sirven (además de a mí), genial.

Adelante, y espero que lo disfrutéis.

lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Si no duele, no vale?

Parece existir una creencia, asentada incluso entre grados altos, de que determinadas técnicas funcionan gracias al dolor que provocan. Y, cuando parecen no funcionar, o no doler bastante (cuando "no entran"), se suele resolver la papeleta acudiendo a golpeos adicionales que buscan incrementar el dolor y facilitar que lo que no encajaba antes, encaje ahora. Es como darle puñetazos a la tele, a ver si la terminamos de sintonizar...

En fin, que da la impresión de que el dolor es el medio para resolver un problema, cuando no un fin en sí mismo. Pero hay algo que se rebela en mí contra esta idea. Y lo hace por varias razones:

  1. Sólo tenemos un cuerpo, y trabajar forzando el dolor permanentemente sólo genera lesiones a medio y largo plazo. No me parece rentable invertir años en estropear el cuerpo para practicar algo que debería tener como uno de sus ejes principales el mantenimiento y mejora de la salud. Además, la adaptación al dolor se produce con cierta rapidez, lo que exigirá progresivamente más contundencia para conseguir el dolor, lo que de nuevo deriva en lesiones. Creo que es más seguro trabajar basándose en otros principios que hagan que la técnica funcione, pero al mismo tiempo cuiden el cuerpo. Y si el dolor aparece, aparece, pero no es lo que se busca.
  2. El umbral de tolerancia al dolor de cada individuo es diferente, respecto de los demás y respecto de sí mismo dependiendo del momento y del estado de su organismo. En el dojo las cosas duelen (o duelen más) porque no suele existir la inyección de adrenalina que sí se da en una situación crítica donde el cuerpo sabe que hay peligro de verdad. Y la adrenalina funciona como inhibidor del dolor y del cansancio. Por tanto, las técnicas que funcionan "porque duelen" suelen perder gran parte de su eficacia. He mencionado la adrenalina, pero igual podría haber hablado del alcohol o de otras sustancias que alteran el sistema nervioso y, por tanto, la percepción del dolor. De nuevo, buscar la limpieza técnica a través del desequilibrio y el manejo adecuado del tiempo y la distancia me parece un camino mucho más interesante, ya que permite encontrar los huecos adecuados donde la técnica "sale" de manera segura. Y, si el dolor aparece, aparece, pero no es lo que se busca.
  3. En la vida, en general, una constante del comportamiento humano es que nos rebelamos frente a las situaciones que nos resultan incómodas o dolorosas. Y cuanto más dolorosas o incómodas, más se revuelve uno... Hasta que llega la lesión, o se deshace de la situación. Claro, si no nos importa "romper" (habría que ver si es tan fácil) no pasa nada. El problema es si no es tan fácil, o si realmente no estamos dispuestos a lesionar... Nuestro "dominio" de la situación se puede volver contra nosotros, encima en manos de un tipo muy molesto porque le hemos hecho daño. No me parece un buen negocio. Por el contrario, cuando uno no sabe lo que está ocurriendo y está más preocupado por resolver "otras cosas", es mucho más fácil que quede atrapado por la situación. Y al final, si el dolor aparece, aparece, pero no es lo que se busca.
  4. Desde un punto de vista de desarrollo personal, la práctica de las Artes Marciales nos debería hacer cada vez más libres. Alguien que sólo sabe trabajar a base de dolor es esclavo de la necesidad de causar dolor. Ojo, que tampoco es libre aquél que sólo sabe trabajar sin dolor. La diferencia es que casi todo el que sabe trabajar sin dolor, sabe también cómo causarlo. Él es libre de aplicar dolor o no. El que sólo sabe provocar dolor, sólo puede provocar dolor. La aparición o no del dolor ajeno debería ser una decisión moral nuestra.
En definitiva, basar el propio trabajo en la búsqueda del dolor ajeno supone imponerse unos límites pobres, un camino de recorrido corto. Y esto sin soslayar que el dolor, en combate como en la vida, existe y puede ocurrir. Pero es algo que encontramos en el camino, y no es el camino mismo.

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo hablando de dolor físico. Sin embargo, no hay mayor dolor que el que se siente en el orgullo cuando te desplomas al suelo sin haber sentido nada. Creo que muchos estamos familiarizados con la situación en la que miras a tu adversario con ojillos de cordero 'degollao' preguntándote cómo has llegado hasta allí… que al menos te gustaría tener un poquito magullada alguna parte de tu cuerpo para poder encontrar alguna excusa de por qué has acabado en el suelo. Claro que, bien pensado, como tori no puedes controlar la aplicación o no de ese “dolor moral”, es uke quien ha de aprender a lidiar con él. A fin de cuentas, ¿no se supone que la práctica de Artes Marciales te hace desprenderte del ego? Pues puede que ése sea el quid de la cuestión aunque esto da para otro post ;)

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  2. Muchas gracias por tu comentario.

    En efecto, el "dolor de ego" que supone recibir una técnica limpia y perfectamente controlada puede ser grande. Hablas de proyecciones, aunque también ocurre cuando llega un bofetón a la cara y sólo te acaricia, pero ni lo has visto venir... Y digo "puede ser" porque todo depende de cómo nos tomemos las cosas (como bien dices, es cosa de uke lidiar con ello). Yo trato de sacar de la experiencia cuanto más, mejor. Y, de hecho, la disfruto mucho, porque noto que me da una buena posibilidad de aprender.

    De todas maneras, dentro de poco tengo pensado escribir un par de entradas sobre la cuestión del ego.

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